Como todo el mundo sabe, la comunicación es la pieza clave en las relaciones de pareja. Es importante expresar nuestros pensamientos al otro pero siempre desde el respeto, de dar nuestro punto de vista pero sin dañar a la otra persona, si no nos acostumbramos a ello un matrimonio puede terminar en divorcio.
Si bien es cierto que dos no discuten si uno no quiere, hay que tener en cuenta que hay temas tabú que son difíciles de lidiar y por lo tanto es mejor no hablarlos en caliente porque pueden conllevar a una ruptura. En estos casos, tal vez lo mejor sea posponerlos para más adelante, una breve separación en el tiempo y espacio hasta que ambas partes estén tranquilas.
Por eso, a continuación os dejamos con una lista de temas que inevitablemente pueden llevar a una discusión "de las gordas", con el fin de que puedas identificarlos y encender la alarma de peligro con el fin de evitar una separación o ruptura. Esto puede ayudarte a abrir un paréntesis y reflexionar sobre si merece la pena seguir con una conversación que seguramente tendrá un catastrófico resultado.
Discusiones que pueden llevar al divorcio.
1- La economía familiar
Tal vez el tema estrella si quieres que la noche termine con una discusión. Las profesoras financieras L. Britt y J. Huston publicaron un trabajo en la revista Journal of Family and Economic Issues, es un estudio que recoge las respuestas de una investigación realizada entre 1988 y 2006. En ella se le pasaron cuestionarios de satisfacción en la pareja a más de 1600 matrimonios. De ellos, 966 terminaron en divorcio.
Se preguntaron cuales fueron los principales motivos de la separación, contestaron que la mayoría de las discusiones que tenían eran sobre el dinero, incluso por encima del cuidado de los niños o tareas del hogar. También dentro de las que aun seguían casadas, las que no solían discutir por dinero eran las que más grado de satisfacción mostraban.
En la actualidad la economía es un tema de preocupación importante. Las facturas, la hipoteca, la energía, los gastos innecesarios... Además cuando ninguno de los dos tiene trabajo el grado de estrés sufrido los vuelve irascibles y menos tolerantes, pudiendo salir a colación viejas frustraciones.
2- Los celos y las infidelidades como motivo de separación.
Si existe una infidelidad que acaba descubriéndose es obvio que la pareja va a discutir y tal vez si no se aclara el problema acabe en divorcio. Sin embargo, los celos y las inseguridades son también motivo de separación. Cuando las peleas por estos motivos son continuas, la parte acusada se acaba cansando y termina agotada.
El desgaste diario, tener que dar explicaciones continuamente y las justificaciones dañarán inevitablemente la relación. Por otro lado, hay casos en los que los celos se llevan al extremo, el celoso o celosa atormenta, acusa, tiene delirios e incluso violenta al otro, entonces la relación se acaba, y si no lo hace, debería.
Los celos y baja autoestima son algunos de los factores que llevan a la violencia dentro de la pareja, tanto emocional como física. En estos casos, si hay un matrimonio de por medio quizá se pueda arreglar mediante terapia de pareja, pero si no hay un mínimo de interés por ambas partes lo mejor es el divorcio.
3- Los problemas de convivencia
El reparto de las tareas, electrodomésticos que se estropean, el cuidado de los niños... Todos esos problemas que pueden parece pequeños de primera mano se van acumulando hasta que llega un momento en que uno de los dos miembros explota.
Las parejas que se enamoran y se casan en un tiempo récord son las que más comúnmente sufren este problema, apenas pasan tiempo conviviendo juntas o en algunos casos ni lo hacen, después ocurre que uno es más ordenado que el otro, más maniático o incluso más descuidado.
Si estos temas no se hablan a tiempo pueden aparecer malentendidos. También es frecuente que un miembro de la pareja al ser más responsable u ordenado esté continuamente detrás del otro recordándole que es lo que tiene que hacer o como se hace según que cosas. Es frustrante porque acaba convirtiéndose en su padre/madre y no en su compañero sentimental. Definitivamente eso mata la pasión.
4- La educación de los hijos
Cuando un matrimonio tiene hijos estos acaban siendo un gran núcleo de discusiones, sobre todo si los valores que tienen no son compatibles. Por ejemplo, una discusión típica es si se criará a los hijos según una religión o sobre el tipo de escuela (pública, concertada, etc) a la que deberían ir.
Por otro lado, en una pareja es común que alguno de los dos miembros se implique menos que el otro en la crianza de los hijos o que uno haga de poli bueno y el otro de poli malo. Todas las tareas y las decisiones sobre los hijos deberían ser compartidas al 100%. A su vez, delante de los hijos la pareja tiene siempre que apoyarse la una a la otra para que los pequeños no puedan aprovecharse de los pequeños desacuerdos para salirse con la suya.
5- La rutina
A veces, no hay nada en concreto por lo que discutir, sin embargo el aburrimiento y la rutina puede llevar a la frustración y al enfado y el tema más trivial puede convertirse en una auténtica bomba de relojería. Cuando se deja de conquistar día a día a la persona, aparece el desinterés por el sexo y no hay novedades en la convivencia diaria, ambas partes se irán descuidando mutuamente y desaparece el refuerzo positivo que había en un principio.
Poco a poco la pareja irá distanciándose y la comunicación al igual que el sexo irá a pasar a un segundo plano, si no se actúa pronto la situación puede derivar en ruptura.
Importa más el "cómo" se discute
Hay temas que son espinosos y una vez que salen a la luz no auguran nada bueno. Pero sin duda es más importante la forma de discutir que los temas en si. Es importante que expresemos a la otra persona nuestras emociones y pensamientos, discutir de vez en cuando es bueno y libera tensión pero no nos debemos centrar tanto en el problema si no en como nos hace sentir.
También hay que reconocer las cosas buenas que SÍ ha hecho el otro y no centrarse solo en lo negativo porque si no la percepción que le llega al otro es que todo lo hace mal. Finalmente, por muy enfadados que estemos no debemos nunca menospreciar al otro y mucho menos perderle el respeto. Cuando una parte empieza a burlarse o despreciar a la otra persona está a un par de pasos de una ruptura potencial.