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EXPERIENCIA NUEVA

Carla

Carla
Bea R
Última actualización:
Con ella aprendí lo que era correrse de verdad en el sexo.

Carla era la típica chica de la que cualquiera podría enamorarse. Morena, de pelo largo, cintura estrecha y pechos firmes y redondos, Carla desprendía un magnetismo que volvía locos a los hombres. El bamboleo de su cadera al caminar y los pantalones ajustados que acostumbraba a llevar siempre provocaban las miradas mal disimuladas de todos aquellos con los que se cruzaba. A Carla le gustaba ser el centro de atención; sabía que era guapa y que con tan solo una mirada podía hacer que a cualquier chico se le pusiera dura. Recuerdo cuando quedamos ella, mi amigo Rubén y yo para tomar una copa en El Manchita. Él no paraba de mirarla y sus ojos no hacían más que irse hacia su escote cada vez que sus carcajadas provocaban que sus pechos temblasen. Carla disfrutaba con el deseo que provocaba a mi amigo y, por más que quisiera hacerme la tonta, tampoco yo podía evitar mirarla. Su lengua intentaba agarrar lentamente la pajita de su copa al mismo tiempo que nos miraba y hablaba, sus cinceladas piernas dejaban entrever sus bragas de encaje cada vez que las cruzaba y su mirada pícara hablaba por sí sola. La situación me incomodaba, estaba claro que Carla se acabaría follando a Rubén.

- Joder, Raquel. ¡Menuda mierda de polvo he tenido con tu amigo! ? gritó Carla nada más entrar por la puerta de nuestro piso.

Sin importarle que yo estuviera medio dormida, se sentó a mi lado en el borde de la cama y comenzó a detallarme con pelos y señales su fatídica vivencia con Rubén.

- Ese tío no ha tocado a una mujer en su vida ? terminaba por quejarse resignada mientras dejaba caer su cuerpo sobre mi colchón.

"Raquel, es que no sabes hace cuánto tiempo que nadie me toca como yo quisiera", me dijo girándose hacia mí. Como si intuyese que yo estaba lo suficiente dormida como para entender lo que me decía, Carla me miró a los ojos: "Con lo sencillo que es que te empotren contra la pared mientras te comen el cuello? ¿sabes? Me encanta cuando lo hacen, cuando me mandan callar y me dicen que me prepare para ser follada. Rubén era tan soso? joder, con lo fácil que es?"

Imaginarla desnuda me ruborizaba y más con la idea de poder tocarla Imaginarla desnuda me ruborizaba y más con la idea de poder tocarla

Carla no era consciente de que había empezado a acariciarse por encima de la ropa y que sus dedos deambulaban cada vez más cerca de sus pezones. Sus piernas se habían ido apretando entre sí con cada palabra suya y la camisa blanca que llevaba había empezado a subírsele por el vientre hasta dejar al descubierto un piercing plateado que llevaba en el ombligo desde que tenía dieciocho años.

- Raquel, ¿a ti cómo te gusta que te follen?

La pregunta me pilló totalmente desprevenida, no me había dado cuenta de que me había quedado hipnotizada mirando a Carla ni de que esta había dejado de hablar mientras había seguido jugueteando y acercándose a mí. Sin dejarme tiempo a reaccionar, metió su mano entre mis piernas y sonriendo, solo cómo ella sabía hacerlo, me besó en los labios. Su lengua titubeó a la hora de entrar en mi boca y justo cuando yo iba a responderla, me mordió bruscamente el labio para luego alejar su cabeza de la mía.

- No soy tonta, ¿te crees que no me he fijado en cómo me miras a veces? Eres una chica muy guapa, Raquel? y ese gilipollas me ha dejado muy cachonda y con unas ganas tremendas de correrme.

Volviéndose a acercar a mí, esta vez me besó con suavidad, casi con ternura. Era tontería negarme a lo que quería hacer conmigo; Carla conseguía lo que quería y a mí me tenía atrapada. Se perdió en la curvatura de mi cuello dejando besos, lamidas y mordidas de las cuales estaba segura que mañana tendría marcas. Volviendo a separarse, Carla sonrió cuando fui yo quien la cogió del cuello y empezó a besarla sin titubeos, decidida y dispuesta a darle lo que esa noche no había recibido.

Nunca antes me había acostado con una mujer y, aunque me moría de ganas por hacerlo, no sabía cómo actuar

Las yemas de mis dedos encontraron el camino desde sus caderas hasta sus tetas y desabotoné dos de los botones de su camisa para dejarlas al descubierto. Con la palma de mi mano las bordeé, deslizándome sutilmente de arriba a abajo, sin cubrirlas totalmente, sólo bordeándolas mientras miraba embelesada cómo sus pezones se endurecían. Como si de hormigas siguiendo un caminito se trataran, mis dedos comenzaron a bajar por su abdomen, tocando ligeramente y deslizándome más abajo para terminar acariciando su entrepierna y sus muslos. Ella se agitaba, buscaba mis manos entre su entrepierna y suspiraba.

La humedad de sus bragas tentaba a mi lengua pero yo era nueva en esto. Nunca antes me había acostado con una mujer y, aunque me moría de ganas por hacerlo, no sabía cómo actuar. En ese momento, Carla me agarró la mano y deslizó mis dedos suavemente por debajo de su ropa interior. Sentí su clítoris como si palpitara y lo toqué con cuidado aunque a una velocidad cada vez más incitante y deseosa.

Su agitamiento y sus manos metían prisa a las mías Su agitamiento y sus manos metían prisa a las mías

Ella se retorció un poco y gimió. Me agarró por el cuello y me mandó que siguiera mientras la besaba. Sus caderas habían comenzado a moverse buscando arrancarle más intensidad a mis caricias. Comencé a introducir un dedo dentro de ella y mientras lo hacía, ni siquiera me atreví a quitarle la vista de encima. Ella me miraba y yo a ella. Estaba igual que excitada que yo, podía verlo en sus ojos.

- Cómeme el coño - me ordenó.

Su cuerpo se tensó una vez más mientras la punta de mi lengua acariciaba su clítoris con movimientos circulares. Luego lo presioné intermitentemente acercando más mis labios para intentar atraparlo entre estos, chuparlo y succionarlo a mi antojo. No estaba muy segura de lo que hacía, pero me dejaba llevar por sus gestos y su cara de placer. Carla comenzó a suspirar con más frecuencia. Se contenía y lo pude notar porque sabía que cuando se traía a alguien a casa, gemía hasta quedarse afónica. Supe que ya no podía más cuando el peso de su cuerpo empezó a amenazarme. Acerqué mis labios todo lo que pude para sorber por última vez y besarla hasta que se corriera.

Sus ojos grises me miraban expectantes y fue en ese momento de éxtasis cuando deslizó su mano dentro de mí. El estar apoyada contra su pierna facilitó la firmeza de la penetración y yo moví mis caderas con presurosa torpeza, deseosa de un orgasmo que nunca antes había vivido. Sentí cómo mis brazos cedían pero aún así los obligué a sostenerme; quería que ella me observara, que viera mi rostro mientras el placer distorsionaba mis facciones. No pudiendo más cerré los ojos, mi aliento escapaba por mis labios a borbotones.

Un segundo después utilicé toda mi fuerza dejando que todo el peso de mi cuerpo devorara sus dedos. Apenas viéndola tras mis ahogados gemidos, y con su mano libre quitándome los mechones de pelo de mi cara, no pude más. Juntando mi frente con la suya, por fin dejé que mi cuerpo experimentara lo que minutos antes le había permitido experimentar a ella.

No nos dormimos a pesar de la extenuación. Nuestros cuerpos estaban empapados y cuando tomé conciencia de mí misma, la miré con una expresión un tanto horrorizada ante la que Carla se rió pícaramente.

- Querida, pues así es como una debería acabar siempre la noche.

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