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ENTRE LAS ESTANTERÍAS

La biblioteca

La biblioteca
Fernando Cortázar
Última actualización:
Su enigmática mirada me atrajo desde el primer momento. Vi lujuria en sus ojos.

Miró el reloj, todavía le quedaban cuatro horas de estudio. Aquel día era especialmente aburrido, pensó Éric desde su mesa. Llevaba casi un mes estudiando para recuperar las asignaturas de la carrera en septiembre. En pleno julio, debía ponerse las pilas sino quería suspender. Ese día había poco movimiento en la biblioteca, sólo tenía leyendo a un hombre mayo leyendo el periódico y a un chico de unos 29 años que estudiaba geografía y que llevaba una camiseta azul marino.

Como si saliese de las sombras, apareció ella, de manera furtiva y misteriosa

Como si saliese de las sombras, apareció ella, de manera furtiva y misteriosa. Era imposible no darse cuenta de su presencia, de mirada dura y decidida, con una media melena pelirroja suelta, curvas definidas que estaban muy bien insinuadas con unos pantalones pitillo. Sus ojos verdes tenían un innegable magnetismo. Tanto, que Éric le empezó a mirar de manera descarada. Allí se dio cuenta de la atracción que causaba en aquel joven estudiante de derecho. Pero había que hacer una última comprobación. Para llamar más su atención y que quede bien claro que había interés de por medio, la chica fue a consultar unos libros que estaba en la estantería situada detrás de Éric. Éste, intentando inútilmente ser discreto, se giró. Y ahí ella le devolvió una mirada perversa y con picardía. Se mordió el labio inferior y después se llevó el dedo corazón a los labios, estaba claro que la enigmática chica quería algo.

llevaba una fuerte erección en los vaqueros de la que era imposible no darse cuenta

Éric empezó a excitarse aunque con temor de que los otros dos hombres presentes en la sala se percatasen de la situación. El chico se levantó para dirigirse a las estanterías que había en el fondo. Haciendo como si consultase las técnicas de búsqueda de empleo de un autor que no le importaba, vio cómo la chica fue al mismo pasillo en el que estaba él. Se miraron, Éric le sonrió pero ella sólo se limitó a clavarle la mirada y a pasar su lengua por su labio inferior, que invitaba a saborearlo de lo grueso que era.

Cuando el chico iba a acercarse, ella le cogió del cuello y le hizo una señal para que se quedase en silencio. La forma en la que controlaba la situación le excitó aun más a Éric, que llevaba una fuerte erección en los vaqueros de la que era imposible no darse cuenta. La joven le lamió el cuello y con una voz decidida le dijo:

- "Yo te llevo a un sitio"

Él sonrió y se dejó llevar. Los baños de esa planta no tenía vigilancia, sólo unos detectores para evitar que se robaran libros. Como no había tampoco ningún bibliotecario en la sala de lectura y de consulta, era el lugar ideal para hacer lo que pensaban en ese momento.

Entraron en aquellos baños limpios de caballeros. Cuando Éric pensaba ya llevar la situación, la muchacha le empujó contra la fría pared de azulejos. Lejos de asustarse, eso hizo que el chico se pusiese más duro abajo. La situación era muy excitante, no les importaba ser pillados en ese momento.

Ella le miró y le dio un apasionante beso

Ella le miró y le dio un apasionante beso. Se besaban de manera salvaje, aprovechando cada segundo para recorrer sus respectivas bocas con sus lenguas, saboreándose el uno al otro. Cuando él quiso quitarle la camiseta, ella le cogió de la suya lo llevó hasta uno de los habitáculos donde estaban los inodoros, al tener una puerta de metal que cubría todo, era el lugar perfecto para entregarse a ese placer peligroso y furtivo.

Y fue ella la que le quitó de un tirón la camiseta, dejando ver unos pectorales cuidados y con un poco de vello que le daban una apariencia muy masculina y algo vintage. Sin decirle nada, se sentó en el váter. Era ella la que disponía y mandaba. Para él, eso era algo nuevo, nunca había visto tanta decisión en el sexo en una mujer, y menos en un lugar tan público como ese. Ella se quitó la camiseta, dejando a la vista unos pechos que se ocultaban detrás de un sujetador de color negro. Éric quería tocarlos, sentirlos en sus manos, notar cómo tenía los pezones duros como piedras. Pero ella, con sonrisa maliciosa, le negó ese placer. No había tiempo para recrearse. Ella se bajó los pantalones y las bragas y abrió sus piernas, dejando a la vista una vagina que empezaba ya a lubricar de placer.

- "Ven hacia aquí".

Éric obedeció y se acercó a esa fuente de placer. Empezó a lamerle el clítoris, ella cogió su cabeza mientras empezaba a gemir y la llevó más hacia ella, quería disfrutar de esa lengua que tan bien sabía besar. Casi sin respirar, él seguía lamiendo, disfrutando del placer que ella emanaba, el habitáculo empezaba a oler a sexo, y eso a él le excitaba. Pronto empezó a introducirle un dedo, luego dos, para después tener tres de ellos dentro de su vagina. Lejos gemía silenciosamente mientras le seguía clavando la mirada, eso le hizo empezar a mojar el vaquero.

Tenía ganas de penetrarla. Pero ella quería hacerle sufrir un poco

Sin querer perder el tiempo se bajó los pantalones y los calzoncillos, dejando ver ese pene duro como un mástil, que empezaba a echar precum, ya que tenía ganas de penetrarla. Pero ella quería hacerle sufrir un poco. Se levantó e hizo que él se sentase. Pensando que le iba a ofrecerle el mismo placer que él le proporcionó, ella decidió empezar a acariciarse el clítoris, pero excitarle aun más. Éric ya había perdido la noción del tiempo, quería tener un orgasmo, llegar al pleno éxtasis mientras la penetraba. Pero ella era la que mandaba.

Al verle tan complaciente, ésta decidió recompensarle y empezó a lamerle ese líquido

Al verle tan complaciente, ésta decidió recompensarle y empezó a lamerle ese líquido, él estaba en la gloria. Ella se metió ese miembro duro y a gozar de ese gran trozo de carne. Después pasó a los testículos, que empezó a lamerlos mientras que con la mano masturbaba al chico. Éric se sentía en una nube, ella lo hacía con una maestría inusual, sabía donde tocar para excitarle aun más. Tras un rato, el joven empezaba a convulsionarse, debía parar, no quería llegar al orgasmo todavía.

La joven pareció adivinar sus pensamientos porque dejó ese pene bien erecto un segundo para, justo después, sentarse sobre él y empezó a moverse de arriba a abajo. Para él era delicioso sentirle a ella dentro, ver cómo disfrutaba con la penetración. La joven empezó a moverse poco a poco, para ir yendo con más rapidez en cada nuevo movimiento. La chica le abrazo mientras le besaba apasionadamente, el vaivén iba a más, los dos estaban muy excitados. El olor a sexo les embriagaba, les rodeaba por cada rincón de ese lugar. Ella era la que llevaba el ritmo, y con cada movimiento él estaba más cerca del orgasmo. Pero no, la chica no iba a dejar que Éric llegase primero. Con un suave movimiento, ella se acarició cerca de los pechos y empezó a gemir, acababa de tener un orgasmo. Él estaba a punto, y justo en el momento en el que iba a llenarla con su simiente, la joven salió de él, provocando que Éric desparramase por todo el suelo ese líquido espeso y blanco.

El joven estaba pletórico pero algo aturdido. Le miró a ella y sonrió. Sin embargo, la luz empezó a irse, la enigmática cara de la chica empezó a difuminarse. Todo se quedó a oscuras. Éric, de repente, se despertó sobresaltado. Se había quedado dormido en la biblioteca y había tenía un sueño realmente excitante. No sabía por qué, pero la chica de sus sueños le había hecho perder la cabeza. De repente, vio a una joven de ojos verdes consultando unos libros cerca de su mesa, él no pudo resistirse a sonreír pícaramente.

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